Discurso de un 10 de septiembre
En un par de meses entraré en el tercer año de trabajo en el libro sobre el plan de alma de Adolfo Suárez, el presidente que lideró el proceso de reforma política y que fue, a continuación, el primer presidente constitucional.
Hoy, 10 de septiembre, hace cuarenta y nueve años que el presidente Suárez compareció ante los ciudadanos por televisión para anunciar y explicar la tramitación del Proyecto de Ley ara la Reforma Política, la clave jurídica para empezar a desmontar las estructuras del Estado autoritario y comenzar a construir las de un Estado liberal.
Como todos sus discursos ante la ciudadanía, desde el primero, el 6 de julio de 1976, tres días después de ser nombrado presidente, hasta el de su dimisión, el 29 de enero de 1981, en este del mes de septiembre es fácil apreciar algunos de los rasgos característicos de las energías masculina y femenina, que eran muy visibles algunas, razonablemente visibles otras, en Adolfo Suárez.
En todo momento, el tono es firme y muy respetuoso con la audiencia, sin caer nunca en el paternalismo, que había sido frecuente en los dirigentes gubernamentales de la dictadura, ni en la demagogia, que empezó a ser cada vez más frecuente a partir de 1982. En ese tono, con esa actiud, Suárez presenta un proyecto de reforma política anclado en el conocimiento y la aceptación de la realidad del país y, por lo tanto, pactado con una parte de la oposición democrática aún ilegalizada y una parte de los grupos de poder del franquismo. Suárez construyó un pacto por arriba que, de inmediato, se propuso expandir para que fuera también, inexcusablemente, un pacto por abajo. Su objetivo principal era asentar los cimientos sobre los que construir un sistema democrático definitivo; la estrategia fundamental fue el diálogo respetuoso con todos; la actitud predominante, la sincera apertura humana con todos. Todo ello lo sintetizó en el concepto de concordia, que no provenía de él, puesto que empezó a utilizarse ya en los años 50, pero al que sí él llenó de contenido no sólo teórico sino práctico, pero con una gran diferencia respecto al resto: para Suárez, la concordia era una propuesta de forma de vida, una forma de relacionarnos unos con otros, dentro y fuera de la política. Para el resto de la élite política, la concordia fue una estrategia temporal para substituir a la clase política del franquismo por otra legitimada por las elecciones generales.
La otra gran diferencia fundamental entre Adolfo Suárez y sus principales colaboradores, por una parte, y el resto de la élite política, por otra, fue que él y el núcleo de su equipo se propusieron construir un Estado liberal puesto al servicio de la ciudadanía, única depositaria de la soberanía. Su objetivo no era ocupar las estructuras del Estado para quedarse en él, sino reformarlo para convertirlo en una herramienta de servicio gestionada de forma honesta, clara y eficaz. Él era muy consciente de que trabajaba para los ciudadanos, no para la élite política.
En 2025, el Estado español es, claramente, un Estado fallido, destruido por la corrupción sistémica, de todo tipo, que afecta a todas sus estructuras: ayuntamientos, Cortes, parlamentos autonómicos, gobiernos, tribunales, fuerzas de seguridad, fuerzas armadas y jefatura del Estado. No todas las estructuras como tales ni, por supuesto, todas las personas integradas en ellas están corruptas, pero sí hay corrupción impune en todas las estructuras de un Estado que fue concebido para servir a la ciudadanía, no para servirse de ella.
Llevo años investigando para mi libro. Es un tipo de investigación multidimensional que incluye también la dimensión espiritual, que es clave para todo el libro, puesto que está centrado en el plan del alma encarnada en la persona que conocimos como Adolfo Suárez González, visto también en el contexto de dos reencarnaciones anteriores de la misma alma. Con todo lo que ese proceso me ha traído, es muy claro para mí que, tarde o temprano, la labor que hizo como presidente del gobierno primero, y como dirigente político marginado después,. será un punto de referencia al que tendremos que volver para saber por dónde encontrar una salida al caos, imprevisto y, a la vez, necesario, en el que estamos metidos como colectivo.
Mientras tanto, os invito a escuchar este discurso y a buscar en él respuesta a la siguiente pregunta: desde la perspectiva del dirigente político máximo responsable de la tarea de gobierno, ¿qué cosas muestra este discurso que tuvimos entonces y que ya hace muchos años y bastantes legislaturas que no tenemos?