Meditación por la sanación del trauma relacionado con la guerra civil
(11 de octubre de 2019)
Parte del karma (karma entendido como aprendizaje pendiente) de la sociedad española consiste en aprender a dejar de vivir y relacionarse permanentemente desde el odio. El "guerracivilismo", o el "odio interior", viene de siglos atrás, pero la guerra civil de 1936-1939 fue un momento especialmente agudo de este proceso de aprendizaje que parece fallido una y otra vez. Ya no hay conflicto armado, pero el odio sigue estando ahí. Hay "odio interior", o "guerracivilismo", allí donde se rechaza, se persigue, se reprime, se agrede o se castiga a un conciudadano por tener creencias diferentes, por hablar una lengua diferente, por ser de una raza diferente, por proceder de esta o aquella región o comunidad, por abrazar una ideología política diferente, por estar incluido en una clase social diferente, etc. etc.
Detrás del odio hay miedo, o miedos. Pero, para llegar al miedo que está en la raíz, hay que conectar primero con la existencia del odio, verlo, reconocerlo, mirarlo de frente y dejar que nos hable para que nos diga qué miedo o miedos se esconden detrás de él. El odio separa porque proyecta y culpabiliza. Conectar con el miedo agrieta la separación porque en él nos reencontramos y, en parte, por eso no queremos llegar a él.
Llevo muchos años reflexionando, sintiendo, y actuando de diferentes maneras, en relación con este tema. Ahora estoy en el punto en el que estoy, y no tengo ninguna duda de que contribuir mínimamente a la sanación de esta herida es parte de lo que he venido a hacer. Así que lo que me propongo y propongo esta vez está en consonancia con eso.
El dolor, los traumas, los secretos, vividos por una generación y no afrontados, no asumidos, no elaborados, es decir, no sanados, pasan a la generación siguiente, y a la siguiente, y a la siguiente, y así sucesivamente a lo largo del árbol ancestral hasta que alguien los recoge, los asume, los siente y los elabora; es decir, los sana.
A nivel álmico y energético, no hay separación entre generaciones. Estamos todos conectados en el seno de un mismo campo energético en el que no existe el pasado, el presente y el futuro: todo está aquí, está ahora, y está en nosotros. Por eso se dice que no se trata sólo de que una persona es parte de su árbol ancestral, sino que cada persona es su árbol, y que el árbol de cada persona está dentro de ella.
Así pues, todo ese dolor vivido durante la guerra civil, todas esas muertes estigmatizadas, todos esos duelos no hechos, absolutamente todos esos traumas individuales, familiares y colectivos, están aquí y ahora, no solo entre nosotros, sino en nosotros. Quienes, interesadamente, han insistido y siguen insistiendo hasta la náusea en decir que ese episodio histórico, esa experiencia colectiva, está cerrada, mienten. No deliberadamente (o sí, que todo es posible), pero mienten. Las heridas no están cerradas, no están sanadas. Más bien han estado, y están, silenciadas, ignoradas, incluso todavía menospreciadas.
Nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros bisabuelos en algunos casos, no pudieron sanar esas heridas, así que las llevamos dentro, seamos conscientes de ello o no, y tenemos la oportunidad de expandir nuestra consciencia hasta el punto de darnos cuenta de eso, y sanarlas.
“En estudios sobre trauma transgeneracional, los investigadores están descubriendo que la segunda y tercera generaciones (los hijos y nietos de los supervivientes del Holocausto, por ejemplo, o de una guerra civil) cargan con el mayor peso del trauma colectivo de sus ancestros. Se cree que la segunda y la tercera generaciones experimentan menos resistencia al estrés, y pueden ser más propensas a experimentar síndrome de estrés post-traumático, depresión y ansiedad en momentos de dificultad (...) Mientras que los síntomas indicadores de la existencia de trauma pueden aparecer en la vida de individuos (como dificultad para regular sus emociones, incapacidad para afrontar retos, u otras manifestaciones que llamamos depresión, ansiedad, e incluso trastornos de la personalidad), en realidad, esos síntomas surgen del inconsciente colectivo, una cultura compartida, pero oculta, de sufrimiento que, colectivamente, hemos negado, reprimido, o disociado. Estos acuerdos culturales emergen como información transmitida a través de nuestros sistemas nerviosos individuales y codificados como ‘realidad normal’. De esta forma, una parte integral de nuestra matriz cultural está construida sobre la base de sufrimiento negado, del que hablamos en términos de ‘las cosas son así’.”
Dos cosas me interesan especialmente de este texto. La primera, el mecanismo de defensa de disociación. Desde 1980, se han filmado 124 películas de cine sobre la guerra civil española. Eso es una media de 3 películas por año. Seguro que fueron creadas con las mejores intenciones, pero crear y difundir semejante cantidad de películas no implica necesariamente conectar con la carga traumática que todos tenemos codificada dentro, especialmente cuando esas películas llevan, en sí mismas, una carga ideológica que podríamos describir como combatiente. Más bien, muy probablemente, sirve justo para lo contrario, para disociarnos del trauma, puesto "ahí fuera" en forma de ficción que vemos como algo externo a nosotros, no de dolor que sentimos como algo enquistado en nuestro interior, que es lo que en realidad es.
La segunda es la vulnerabilidad de los miembros de las dos generaciones siguientes a la generación que vivió directamente el trauma colectivo. La desregulación emocional, la indefensión aprendida, la falta de respuesta a crecientes formas de opresión y represión, la alarmante incidencia de cuadros de ansiedad, la extendidísima sensación de desempoderamiento, etc., no son procesos internos individuales, sino síntomas de traumas colectivos enquistados.
LA PROPUESTA
Te propongo conectar, ponerte de acuerdo, con otras cuatro personas, para participar, juntos, en una meditación por la sanación de las heridas abiertas a partir de la guerra civil, en cualquiera de estas dos fechas, o en las dos: los días 12 de octubre y 1 de abril. El 12 de octubre, por ser la llamada "fiesta nacional" española. El 1 de abril es la fecha de la declaración del final de la guerra civil en el año 1939, pero no del final efectivo de la guerra. De muchas maneras, en varios niveles, la guerra civil no se ha cerrado todavía.
En cada una de esas fechas, en grupos autogestionados de 5 personas que se conectarán entre sí, participaremos colectivamente en una meditación breve, de unos 10 minutos. Después de la meditación, los miembros de cada grupo compartirán con sus compañeros su vivencia, y todo lo que pueda surgir a partir de ella, porque hay muchas formas de abordar la sanación de lo transgeneracional.
La meditación que propongo se basa en la meditación del pentáculo que canalicé el 11 de febrero, una meditación para hacer en grupo y para la sanación de grupos.
LA MEDITACIÓN
Adopta una posición cómoda, sentada en una silla, en el suelo, tumbada, no importa cuál sea. Lo importante es que estés cómoda y puedas mantener la posición durante toda la meditacón. Empieza a respirar más lentamente, más profundamente. Toma respiraciones profundas y lleva el aire tan abajo en tu abdomen como puedas. Busca el ritmo y la profundidad de respiración con el que estés cómoda y pon tu atención en ella.
Deja que tu cuerpo se relaje. Recorre tu cuerpo, lentamente, desde la cabeza hasta los pies, y permite que cualquier punto de tensión que pueda haber se vaya aflojando, relajando.
Cuando sientas tu cuerpo relajado, vuelve a centrarte en la respiración.
Imagina que hay sobre ti, encima de tu séptimo chakra, una esfera luminosa, brillante y cálida. Siente cómo desciende sobre ti, cómo entra en tu cabeza y desciende hasta tu corazón. Ve cómo la esfera se queda ahí y, poro a poco, va creciendo y su luz se va haciendo más intensa. De la esfera empiezan a salir cuatro haces de una luz brillante, cálida, potente. Cada uno de ellos conecta tu corazón con el corazón de una de las otras cuatro personas del grupo. Sientes la luz saliendo de tu corazón. Sientes la luz que llega de los corazones de los otros.
Ahora que esa luz brillante y cálida conecta directamente vuestros corazones, siente cómo se hace aún más brillante y cálida, más potente, y se extiende más allá. Ve cómo la luz de tu corazón asciende hacia el corazón de tus padres y todos sus hermanos y personas queridas. Luego, asciende hacia el corazón de tus abuelos y todos sus hermanos y todas sus personas queridas. Luego, asciende al corazón de tus bisabuelos y todos sus hermanos y todas sus personas queridas.
Visualiza esa luz brillante, cálida, sanadora, ascendiendo por todo tu árbol ancestral.
Visualiza ahora esa luz descendiendo desde tu árbol a tu corazón, y de tu corazón al corazón de tus descendientes, de los descendientes de tus hermanos, de los descendientes de tus personas queridas. Siente esa luz cálida, sanadora, recorriendo ahora todo tu árbol por encima de ti y por debajo de ti.
Pon tu atención ahora en las otras cuatro personas del grupo, y visualiza la luz ascendiendo y descendiendo desde sus corazones a través de sus árboles, como lo hace desde el tuyo.
Pon ahora tu atención en el centro del círculo que formáis las cinco personas. Los hilos de luz que os unen dibujan una estrella de cinco puntas dentro de un pentagrama, dentro de vuestro círculo. En el centro de ese pentagrama hay un hueco, un espacio sagrado y común. Pon toda tu atención en ese espacio y observa lo que ves que va apareciendo. Eso que ves lo ves en la forma en que tú tienes que verlo para los demás. Obsérvalo. Fíjate en qué es, cómo es. Siente lo que te transmite. Observa lo que sientes mientras lo miras. Permanece observándolo durante unos minutos. Fíjate en todos los detalles que puedas. Sea lo que sea, llénate de ello.
Recorre ahora el círculo. Detente unos segundos en cada una de las personas que estáis en él. Después, vuelve a ti, respira profundamente varias veces. Ya traes contigo lo que necesitas.
Cuando estés listo, abre los ojos y, desde el silencio en el que estáis, escribe lo que has visto y sentido .
DESPUÉS DE LA MEDITACIÓN
Cada persona habrá vivido esta experiencia de una forma diferente y significativa para ella. Eso, por sí solo, ya es potente y sanador. También lo es compartir lo vivido, en la forma en que cada cual quiera y hasta el punto que cada persona decida.