El ego es arcilla y no es nuestro enemigo

La palabra del altísimo Padre descendió al útero de la virgen y se hizo carne, pues aquella palabra mezcló el limo con agua y formó al hombre
— Visión primera canalizada por Hildegard von Bingen

Es frecuente identificar el ego con una supuesta programación de sufrimiento que le sería propia, inherente. Si sostenemos esa identificación, inevitablemente dejamos implícita la creencia en la necesidad de la supresión o la transformación total del ego. Llegados a este punto, estaríamos en la creencia de que el ego es nuestro enemigo.

Pero podemos cambiar esa perspectiva y llegar a una comprensión más coherente con nuestra esencia divina. En lugar de identificar el ego con el sufrimiento, veámoslo como la configuración energética de la encarnación en este plano capaz de absorber, interiorizar e, incluso, integrar, las diferentes frecuencias energéticas que experimentamos como dolor y sufrimiento. El ego puede absorber eso, pero no sólo eso, porque es la capa de nuestra configuración lo suficientemente maleable, moldeable, como para permitirnos navegar esta dimensión sin entrar en un estado permanente de incompatibilidad energética, lo cual nos llevaría al colapso permanente.

El ego es arcilla: lo suficientemente sólido como para adquirir una forma propia que nos mantenga definidos y diferenciados y, al mismo tiempo, lo suficientemente líquido como para que la rigidez de lo sólido se disuelva y permita la transformación de esa forma sin necesidad de destruirla para empezar después, de nuevo, o substituirla por algo diferente. Es en ese proceso de transformación donde la materia sólida, o más densa, va siendo transmutada por materia progresivamente más purificada y transparente, cristalina.

Podemos modificar nuestra concepción del ego y nuestra relación con él de manera que lleguemos a darnos cuenta de que:

  1. El ego es arcilla y, por lo tanto, modificable, no sólo mediante adaptabilidad, sino también mediante transformación, es decir, cristalinización. Si nos quedamos en la adaptabilidad, nos quedamos atrapados en la interacción con las energías más densas, cambiantes, pero contenidas en un espectro de frecuencias muy estrecho. Es mediante la transformación, la cristalinización, que permitimos que frecuencias más sutiles entren en la mezcla arcillosa y comiencen a diluir buena parte de su densidad, paulatinamente.

  2. Somos más que arcilla, y eso más que somos es mucho más sutil, cristalino y luminoso, e incluye también una dimensión en la que somos pura esencia espiritual.

  3. Que el ego sea arcilla no sólo no es algo negativo, sino que es necesrio para sostener nuestra existencia en esta dimensión, que es predominantemente densa, o muy densa.

  4. Todo aquello que experimentamos, lo experimentamos porque nuestra programación álmica, nuestro Contrato de Alma, lo manifiesta para que el ego, la arcilla, se amolde a ello lo suficiente como para experimentarlo con consciencia y, en ese proceso, avanzar en su evolución hacia su transformación.

  5. Es la Luz del Alma y del Ser la que, al penetrar en la arcilla, la atraviesa primero y la sutiliza después, y lo hace, sobre todo, porque nosotros la invocamos, aunque sea inconsciente o intuitivamente al principio, para purificar la parte de nuestra densidad sobre la que ya somos conscientes de que ha dejado de cumplir su función, porque se amolda a un tipo de densidad, encaja en un tipo de densidad, del que ya somos conscientes de que no tiene nada más que aportarnos.

  6. Esa densidad a la que la arcilla del ego se adapta, en la que se amolda, proviene de la programación kármica de nuestro Contrato de Alma y conecta con densidad de la misma frecuencia en nuestro “entornos”. En realidad, ese “entorno” no es, nunca es, una realidad externa separada de nosotros, sino parte de un todo parcial arcilloso del que nosotros también formamos parte, y dentro del cual tendemos a querer diferenciar entre “yo y los otros”. En el momento en el que nuestra arcilla está en una frecuencia un poco menos densa que la del resto de ese todo parcial arcilloso del que formamos, o hemos formado, parte, empezamos a integrarnos en un todo parcial arcilloso que está en la misma frecuencia que el nuestro, y el proceso comienza de nuevo.

  7. La sutilización de la arcilla de nuestro ego es resultado del progresivo despertar a nuestra propia Luz, de la progresiva toma de consciencia de sus existencia en nosotros como nuestra esencia. Todo en nuestra evolución, es, pues, un continuo proceso de dentro afuera.

  8. Llega un momento en el que la arcilla del ego está lo suficientemente sutilizada como para sostener y mostrar la Luz que somos, de manera que ésta pueda entrar en contacto directo con el mundo de esta dimensión. En ese momento, el ego ha pasado de ser una masa impermeable a la Luz al vehículo que esta necesita para estar consciente y explícitamente presente aquí, en nosotros y a través de nosotros.

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