Lenguas Sagradas, lenguas humanas y lenguas puente

Las Lenguas Sagradas son Códigos de Creación, Códigos Creadores: el Sonido es Creador y, por lo tanto, la Creación es Sonido.

La consciencia se expande a través del movimiento, desde el Movimiento Primigenio. El movimiento es obra del Sonido, que es vibración, y esa vibración tiene una determinada frecuencia. Así pues, no es que el movimiento, al producirse, genere el sonido, sino al revés: el sonido, por reverberación, produce el movimiento.

El movimiento es una configuración energética que puede mantenerse en un estado de consciencia absolutamente sutil, o puede llegar al grado máximo de densificación. Por eso, cada sonido diferenciado de otros se corresponde con unas determinadas realidades manifestadas que se sitúan en cualquier punto del continuum entre lo absolutamente sutil y lo absolutamente denso. Algo similar ocurre con los tres tipos de lenguas que diferencio en el títulos de este escrito: Lenguas Sagradas, humanas y lenguas puente.

Es habitual encontrar fuentes de información que identifiquen el concepto de lenguas sagradas con lenguas en las que fueron escritos los libros sagrados de diferentes tradiciones espirituales. Pero ese no es el comienzo. El comienzo está en las Lenguas Sagradas que son Códigos de Creación, y es por eso, precisamente, por lo que son sagradas: no porque fueron utilizadas para escribir la narración y la descripción de la Creación, sino porque son las creadoras de esa misma Creación que ellas también son capaces de narrar y describir. Esto tiene varias implicaciones inmediatas:

  1. ¿Cómo es posible, entonces, que haya diferentes Lenguas Creadoras si la Creación es una?

  2. Los textos que narran y describen la Creación no hacen eso, o no hacen sólo eso, sino que crean, es decir, son, en sí mismos, constelaciones de energía cradora que llamamos Lengua Sagrada o Código Creador y, como tales, esos textos están creando constantemente, y lo que crean está en ellos mismos, de manera que nosotros podemos acceder a lo que crean no por lo que los textos nos cuentan, sino por lo que nos hacen. Los ocultistas que son conscientes de esto saben que se pueden utilizar los textos sagrados, las lenguas sagradas, de diferentes maneras, dependiendo de varios factores que no corresponde desarrollar aquí.

Quienes trabajamos con el Contrato de Alma sabemos que el sánscrito, cuando se utiliza en lecturas védicas, produce las mismas interpretaciones que el Contrato de Alma, que está fundamentado en el hebreo. Si dos lenguas sagradas diferentes generan los mismos significados en sistemas simbólicos que les son propios, también diferentes, significa que esos sitemas simbólicos en esas dos lenguas contienen las mismas frecuencias vibratorias, producidas por “instrumentos” diferentes. Podemos ver las lenguas sagradas, pues, como instrumentos diferentes que producen las mismas frecuencias de sonido, de la misma manera que diferentes instrumentos musicales son capaces de producir las mismas notas.

Podemos ahora ir un poco más allá. Si lenguas sagradas diferentes producen las mismas frecuencias, ¿por qué no se nos ha llego llegar la consciencia del Sonido Creador a través de una úncia Lengua Sagrada, la misma para toda la Humanidad? La respuesta inmediata sería que cada lengua sagrada conecta con un tipo de consciencia, “morfológicamente” diferente, aunque la frecuencia sea la misma en todas ellas. Cada lengua sagrada, como instrumento creador utilizado por Dios, crea la misma Creación. Como vehículo de transmisión del conocimiento de la creación al alcance de los Seres Humanos, genera, manifiesta, realidades diferentes, pero todas ellas con una misma frecuencia vibratoria primigenia. Así pues, se repite el mismo proceso de fractalización de la energía divina original, aplicado ahora a las lenguas sagradas y a las realidades que éstas crean. Todo ello forma parte del experimento que la Tierra es: la diversidad proveniente de la Unidad primigenia como camimo de vuelta a esa Unidad primigenia a través de la reintegración de lo diverso.

Stan Tenen, en su vídeo “Geometric Metaphors of Life”, accesible en el canal de YouTube de Meru Foundation, afirma que, en la Antigüegad, hubo quienes defendieron que el griego, hebreo, sánscritos, tibetano y otras lenguas eran lenguas sagradas, y afirma que se les debe tomar muy en serio. Pero hay otras muchas lenguas y la mayoría de ellas no son lenguas sagradas.

Las lenguas se corresponden con estados de consciencia. Esto nos permite diferencias las tres categorías de lenguas sagradas, humanas y lenguas puente.

El latín es una lengua puente. No es una lengua sagrada primigenia como lo son el hebreo, el sánscrito, el árabo o el grieo, pero tampo es una lengua tan “desespiritualizada”, relativamente al menos, como lo son las que aquí denominamos lenguas humanas, como son, por ejemplo, las lenguas románicas. El latín está en un punto intermedio, en un estado de consciencia también itnermedio. Es una lengua mucho menos connotativa que el hebreo y el sánscrito, por ejemplo, pero mucho más que las lenguas románicas y bastante menos, o algo menos, que el griego. Esto es relevante porque la relación entre el grado de connotación y el de denotación es clave para comprender la diferencia entre las lenguas sagradas y las lenguas humanas como vehículos de comunicación. Lo podemos denominar, también, el grado de simbolismo. El alto valor connotativo, simbólico, de las lenguas sagradas es el que hace que, en contacto con ellas, la energía interior de la comprensión se eleve y vaya más allá de lo estrictamente referido en un texto: las lenguas sagradas producen transformaciones en quienes las utilizan con un cierto grado mínimo, al menos, de consciencia. Esta relación es importante también para comprender mejor el sistema del Contrato de Alma que, en cierto modo, supone lo que podríamos denominar una reespiritualización de fragmentos de las lenguas a las que es aplicada la Numerología Espiritual de Moisés.

Una prueba que permite diferenciar las lenguas sagradas de las que no lo son está desarrollado en el mencionado vídeo de Stan Tenen. Él mismo lo sintetiza así:

Así pues, tenemos un texto que se pliega sobre sí mismo y adquiere una forma geométrica, la cual produce unas sombras que son las letras en las que el texto está escrito.

Se refiere, concretamente, al texto hebreo del primer versículo del Génesis, que es un ejemplo de autorreferencia, es decir, de autoconsciencia:

Las letras representan perspectivas de ese objeto a medida que se le contempla a su alrededor. Por lo tanto, un texto sagrado es como una guía, con instrucciones paso a paso. Cada letra rota al que la mira, o a su consciencia, en el ojo de la mente. Si la secuencia de letras lleva al lector a una experiencia trascendente, entonces es un texto sagrado.

Ese efecto transformador a través de la generación de una experiencia trascendente tiene mucho que ver con la capacidad connotativa, simbólica, de la lengua en cuestión. A medida en que el grado de connotación, de simbolismo, disminuye, disminuye también el grado y la frecuencia del tipo de experiencia que experimenta quiene entra en contacto con la lengua.

Las formas geométricas, los cuerpos geométricos, generados por los textos en lenguas sagradas completan y aclaran el sentido de dichos textos o, mejor dicho, los sentidos simultáneos de dichos texto, en un nivel de significado que va más allá del significado poético y del literal.

Los alfabetos de esas lenguas sagradas están formados por letras que tienen una característica común: todas ellas parecen trazos, composiciones de líneas dibujadas o pintadas que difieren de los alfabetos de las lenguas humanas, cuyas formas son, en sí mismas, mucho menos connotativas.

En contraste con las culturas orientales, las nativas americanas y las aborígenes africanas y australianas, la civilización europea iba a “desespiritualizarse” antes y más rápidamente. En ese proceso, durante siglos, el latín desempeñó el papel, cumplió la función, de puente entre algunas de las lenguas sagradas y las lenguas humanas, algunas de las cuales surgieron de sus propias entrañas. El latín actuó como contenedor y transmisor de al menos parte de la sabiduría proveniente de algunas de las lenguas sagradas, especialmente el griego, árabe y hebreo.

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