¿Quiénes somos?

"No sabemos quiénes somos si no conocemos América" Carmen Iglesias. Directora de la Real Academia de la Historia.

Tal cual.

Con frecuencia, los españoles hemos tenido una relación difícil con nuestra historia debido a las numerosas distorsiones con la que llega a nosotros y nosotros accedemos a ella. Lo ideal es que cada persona que sienta el interés por conocerla, se sumerja en las fuentes primarias a las que pueda acceder, la contemple, la sienta y la construya dentro de sí siguiendo su propio discernimiento y, si es posible, que después comparta eso con otras personas para dialogar abierta y amorosamente sobre ello. Pero todo eso es difícil, complicado y costoso, de manera que quienes no optan por ignorar completamente ese interés, suelen recurrir a la segunda opción, que es la de basarse en el trabajo de los historiadores. Ellos se encargan de hacer el trabajo más duro y de hacernos llegar las diferentes síntesis que generan con sus esfuerzos, con sus propias interpretaciones, por supuesto. No existe la objetividad, y todas las obras de todos los historiadores tienen una inevitable carga subjetiva, de la misma forma que la tiene la lectura que cada persona hace de ellas. Tomadas con desapego y discernimiento, en todas las visiones parciales podemos encontrar piezas del mosaico que nosotros mismos vamos construyendo dentro de nosotros.

La base de mi mosaico es la visión transpersonal, espiritual, de la historia de la humanidad y de las historias de las diferentes culturas humanas que han poblado y pueblan el planeta. Respecto a la Península Ibérica y, más concretamente, España, mi punto de partida es muy claro: el devenir espiritual del Alma Nacional española (utilizando el concepto de Alma Nacional como lo entiende Rudolf Steiner) es el de experimentar, tanto como sea posible, la diversidad de la existencia encarnada y, dentro de ella, especialmente, experimentar la vivencia de la diversidad humana, es decir, experimentar todas las posibilidades de la vivencia del encuentro con "el otro", con "los otros". Todas las posibilidades, no sólo algunas. Este es un marco que permite, creo que muy rápidamente, empezar a ver con mucha más claridad el sentido de todo el devenir histórico de este colectivo humano y hacerlo, además, con tranquilidad y desapego, si se contempla ese devenir con una actitud de contemplación curiosa, amorosa y de radical aceptación de todo, absolutamente todo, lo que encontremos. Esa misión espiritual común es lo que nos une, no la unidad de la patria. La unidad de la patria es una de las posibilidades de la vivencia de la relación con el otro, como lo fue en su momento el tener una monarquía presente en los cuatro continentes conocidos. Pero también nos unen todas las demás vivencias, incluidas las que son diametralmente opuestas a esas dos. Lo único que necesitamos hacer es, siguiendo uno de los ejemplos mencionados, contemplar la evolución de la Monarquía de España presente en los cuatro continentes hasta el Tratado de Utrecht como parte de la evolución del colectivo en el que hemos encarnado, pero sin orgullo o sin odio, según la visión egoica de cada cual y, de la misma forma, contemplar el final de los restos del mal llamado imperio español en el siglo XIX también como parte de la evolución del colectivo en el que hemos encarnado, pero sin autoflagelación por "la pérdida" y sin odio antiimperialista tampoco.

No, los españoles de los siglos XV y XVI no descubrieron América para el mundo. Los pueblos originarios de ese continente ya estaban allí, y algunos pueblos africanos habían llegado también antes, siguiendo las corrientes marinas que Colón conoció y siguió también. Los españoles descubrieron América sólo para los europeos y así lo vivieron. La llegada a América fue, además, y sobre todo, el encuentro de una cultura humana, la española, portadora de una energía predominantemente (no exclusivamente) masculina, y una cultura humana, la indígena, portadora de una energía predominantemente (no exclusivamente) femenina. Eso por una parte.

Por otra parte, los españoles que llegaron a América eran también portadores de un mestizaje resultante del encuentro, a lo largo de siglos, de numerosos pueblos procedentes del Este, el Norte y el Sur, de manera que los tres continentes conocidos por los europeos hasta ese momento habían estado mezclándose durante siglos en la Península Ibérica. Si recordamos la misión espiritual del Alma Nacional de este colectivo, entenderemos perfectamente que eso tenía un propósito, como también lo tenía la llegada a América, con la que los españoles llevaron al cuarto continente la mezcla de los otros tres que, literalmente, encarnaban. Unos siglos más tarde, ese movimiento energético de Este a Oeste debía iniciar el movimiento de vuelta, de Oeste a Este. Y este, para los españoles, apenas está comenzando.

Algunos sectores de la sociedad española están promoviendo un movimiento de reconexión entre España e Hispanoamérica. En esos sectores hay de todo, desde grupos políticos de extrema derecha hasta historiadores vinculados a la masonería que parecen buscar más reavivar enfrentamientos que arrojar verdadera luz. Parece haber, en algunos, no en todos, una especie de deseo de volver a una relación jerárquica, similar a la de hace siglos, que ya no tiene sentido. Pero está bien, todo es parte del camino, que se irá puliendo y clarificando. Para mí, hay dos preguntas clave que podemos y, en mi opinión, debemos, hacernos los españoles, cada cual para sí, respecto a este tema:

1. ¿Qué sabemos, de verdad, de Hispanoamérica y de nuestra relación con ella?

2. ¿Hasta qué punto somos conscientes de que Hispanoamérica no es sólo el resultado de la hispanización de América, sino también de la americanización de España? O dicho de otro modo: ¿hasta qué punto somos conscientes de que España es parte de Hispanoamérica, y no un ente exclusivamente europeo y completamente separado de ella? O dicho aún de otra forma: ¿hasta qué puntos somos conscientes de que, con la llegada a América y el desarrollo de la civilización mestiza hispanoamericana, llevábamos Europa a América, pero también traíamos América a Europa?

Todo esto da para mucho.

Otro día, más.

Termino con el enlace a un vídeo de algo que, aparentemente, es sólo una actuación en un concierto en vivo. Pero, a la luz de lo que he explicado antes, es bastante más que eso. Cada vez que artistas hispanoamericanos y españoles colaboran, y especialmente cuando su colaboración llega a otras personas, se está produciendo un ritual en el que caben muchas posibilidades. La que nos interesa es la del reencuentro en pie de igualdad, porque esa es la tarea que tenemos por delante. De manera que cuando Leire Martínez y Abel Pintos cantan en directo una canción en la que alternan ocasiones en las que oímos sus voces por separado, con otras en las que las oímos juntas, y alternan también el español de cada uno de ellos con momentos en que ambos, a la vez, utilizan el seseo y el ceceo, están haciendo mucho más que cantar una canción a dúo. El hecho de que sean, además, una mujer y un hombre hace el ritual de reencuentro más "completo".

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La Consciencia Crística en los siglos XX y XXI